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Catalunya Religió
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Fotografia: Vatican News.

¿Qué ha cambiado en los diez años del papa Francisco?

Jordi Llisterri –CR Aparentemente, en el tema nacional nos había ido mejor con los antecesores del papa Francisco . Y no hablemos de la época de Torras y Bages o Vives y Tutó. Pablo VI entendió que “Queremos obispos catalanes” no era un lema supremacista sino la necesidad de arraigar a la Iglesia en el país. Juan Pablo II desarrolló una extensa doctrina sobre los derechos de los pueblos y la lengua como rasgo identitario. Una doctrina muy enfocada para Polonia, pero que aplicada en Cataluña permitió elaborar la base del documento Raíces Cristianas de Cataluña y afirmar "la realidad nacional de Cataluña". Y Benedicto XVI, como bávaro y europeo, tenía muy clara la distinción entre estado, patria y nación. Además, fue muy sensible a todo lo que afectaba a la presencia pública de la lengua catalana como se puso de manifiesto en la Sagrada Familia.

Francisco es argentino. Estuvo unos meses en Madrid y consta sólo un breve paso por Barcelona. Por tanto, aterrizó en la cátedra de Pedro con una visión muy periférica de lo que representa la diversidad lingüística y nacional en Europa. Se le puede acusar de no haberle oído (o visto por escrito) ni una palabra en catalán, ni ningún mensaje del que se pueda deducir el reconocimiento del hecho nacional catalán. Cierto, pero todo tiene un contexto.

Sobre la lengua, a diferencia de sus antecesores, el papa Francisco nunca ha utilizado la poliglotia para acercarse a las comunidades a las que se dirige. Por ejemplo, ha desaparecido de la felicitación Ubi et Orbi el “Feliz Navidad” pronunciado en decenas de idiomas. Y los discursos, en cualquier parte del mundo, los ha hecho sólo en italiano o castellano.

LA SANTA SEDE NUNCA HA TRASPASADO NINGUNA LÍNEA ROJA EN LA CUESTIÓN CATALANA, Y NO SERÁ PORQUE NO LE HAYAN EXIGIDO MUCHAS VECES

Sobre la simpatía por la “causa” catalana, la Santa Sede se ha encontrado en los últimos años en un problema diplomático mayúsculo que nada tiene que ver con el contexto de sus antecesores. Siempre ha habido presiones políticas sobre el tema catalán en Roma, pero todo el contexto anterior y posterior a octubre de 2017 ha sido mucho más complicado de gestionar. También el despliegue diplomático del estado español ha sido de magnitudes bíblicas.

Aquí el hombre clave ha sido el secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, que siempre que le han planteado el tema ha pedido paciencia, diálogo y prudencia. En este sentido, ha aconsejado muy bien Francisco para evitar que la santa Sede se dejara manipular. Ni como correa de transmisión de las exigencias de la diplomacia española, ni poniéndose en debates sobre los derechos en juego durante ese período que podrían manipularse de cualquier modo. Que nadie pudiera llevar el agua a su molino. Y con otro criterio importante: dejar el tema en manos de la autonomía de los obispos locales. Otra cosa sería hacer un juicio sobre el acierto de la posición del episcopado catalán, pero la Santa Sede nunca ha traspasado ninguna línea roja. Y no será porque no le hayan exigido muchas veces.

De hecho, el papa Francisco ha hablado muy poco de la situación catalana. Casi siempre lo ha hecho a preguntas de periodistas españoles en entrevistas o ruedas de prensa. Y en la mayoría de casos enfocadas en buscar una condena de las posiciones soberanistas. Francisco nunca ha contestado hablando de los derechos de los pueblos o condenando situaciones injustas vividas en Cataluña en los últimos años. Siempre ha apuntado en la misma línea de trabajo: el acuerdo y el diálogo.

“Busque la manera de resolverlo”

La última vez que ha hablado de este tema en una entrevista en ABC, todavía ha ido un poco más allá, situando como viable cualquier escenario de resolución del conflicto. Sin entrar en el caso concreto, describió cómo en Europa los problemas nacionales se han resuelto de formas muy distintas, con “estatutos preferenciales” o incluso con la creación “de nuevos países”. Pero siempre con una premisa: "Busque la manera de resolverlo". Es decir, hablen y busquen el acuerdo. Y añadiendo, que los curas no deben ponerse en las concreciones políticas, pero que “si la Iglesia no está encarnada no va bien; debe acompañar al pueblo”.

En este contexto, se puede hacer otro balance de los diez años del papa Francisco. En este período ha nombrado a nueve obispos destinados a Cataluña: seis diócesis catalanas han cambiado de obispo y en Barcelona ha habido tres nuevos obispos auxiliares. El balance es que desde el 2013 han venido a Cataluña tres valencianos (en Tortosa, Lleida y ahora en Solsona), un aragonés de la Franja (Barcelona) y dos catalanes (Tarragona y Terrassa), uno formado en Toledo. Los auxiliares, dos fueron dos catalanes y un mallorquín.

Sin entrar en tablas estadísticas, es evidente que no se ha roto la tendencia de los últimos años de menospreciar a los candidatos formados en los seminarios de Cataluña, que deja una foto episcopal que no responde exactamente a la realidad de la sociedad catalana. Pero en este tema sigue bien viva la frase de que “de Roma viene lo que a Roma va” o de que “los galones, se reparten en Madrid”. Es decir, el eterno problema de tener suficiente presencia catalana en los pasillos de la Santa Sede y que las ternas episcopales las filtran los nuncios desde Madrid junto a la Conferencia Episcopal Española. Y esto ya es otro tema que tampoco depende sólo del papa Francisco. Cuando nos ha ido mejor es cuando también se ha trabajado la relación con la Santa Sede como un tema de país y de no parte o de partido.

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