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Muchos estudiosos explican que el libro de Malaquías surge de separar unos capítulos del libro de Zacarías. Esto se llevó a cabo, junto con la incorporación del libro de Jonás, para conseguir una colección de 12 libros - número significativo - que en la biblia hebrea conforman un único volumen llamado el libro de los doce profetas y en nuestras biblias aparecen en libros independientes considerados como los profetas menores. El libro de Malaquías cierra, pues, el libro de los 12 profetas, a la vez, considerando la colocación hecha por la Vulgata, cierra todo el Antiguo Testamento. El sol de la salvación que llegará no es otro que Jesús de quien hablará el Nuevo Testamento. Mateo comenzará con la genealogía de Jesús (1,1-16) y Lucas, en el cántico de Zacarías hablará de este sol que nos visitará (1,78).



En la primera lectura de este domingo leemos un fragmento del tramo final del libro de Malaquías (Ml 3,19-20a). La obra se sitúa después de la dedicación del templo que tuvo lugar después del exilio (516-515 aC.) y antes de la reforma de Nehemías (445-444 aC.). Malaquías profetiza, pues, después del exilio y expone el estado de Jerusalén durante este periodo. La comunidad israelita había puesto la confianza en Zorobabel, rey que debía liderar la restauración del país, pero las promesas no se cumplieron y las esperanzas flaquearon. El culto en el templo se deterioró, la moral de los sacerdotes desfalleció (en una parte del libro los critica duramente) y el desencanto se apoderó del pueblo. Malaquías quiere restablecer la confianza del pueblo en Dios y anuncia la futura restauración.



El texto se estructura en una serie de oráculos precedidos por una pregunta. Cada oráculo es como una respuesta a la cuestión planteada. En el texto que nos ocupa la encontramos en el versículo 15: "¿De qué nos ha servido observar lo que él mandaba y de lamentarnos ante el Señor del universo?" La pregunta viene espoleada por la sensación de que los insolentes prosperarán. A los que no cumplen la voluntad de Dios todo les va bien. Es la misma experiencia que se refleja en el salmo 73,2-3. "Yo he estado a punto de desviarme, viendo el bienestar de los insolentes".



El profeta vaticina el futuro que espera a los insolentes. La imagen de la paja quemada de la que no queda nada sirve para ilustrar que de los injustos y malvados nada quedará. En contraposición, se anuncia el triunfo de los justos en el día del Señor. El profeta quiere dejar claro que el amor de Dios prevalecerá por encima de cualquier circunstancia y al fin, a pesar de la angustia, la tribulación, y la falta de esperanza, la acción favorable de Dios se impondrá.



"Ya llega ese día" (v19). Es una expresión que tiene una gran fuerza. Es el día del Señor grande y terrible de que habla el profeta Joel (2,11). Día de indignación de trance, angustia, destrucción, castigo dirá Sofonías (1,14). En el día del Señor se produce la manifestación del reino y el dominio de Dios, una demostración de su poder (Is 2,21). Esta realidad de poder y dominio se concreta en el castigo del pueblo infiel y los malvados, día de ajustar cuentas con Israel dirá el profeta Amos (3,14). Con el tiempo el castigo se amplía a los enemigos de Israel, día del exterminio de los culpables (Is 13,6) de pedir cuentas a los enemigos de Sión (Is 34,8).



El autor de Malaquías juega con el doble simbolismo del fuego. En sentido negativo el fuego es símbolo de destrucción y muerte, porque quema y destruye. "El Señor tu Dios, es como un fuego que devora" dirá el libro del Deuteronomio (4,24). En este sentido el fuego es el elemento destructor de los malvados. En el sentido positivo el fuego es dador de vida. El sol, asociado al simbolismo del fuego, es Dios que se convierte en salvación y vida para quienes le son fieles.

Domingo 33 durante el año 13 de Noviembre de 2016

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