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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
Un parlamentario de Ciudatans ha criticado duramente la concesión de la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña al cardenal Lluís Martínez Sistach. Se trata del mayor reconocimiento «hacia aquellas personas que hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios en Cataluña en los ámbitos político, social, económico, cultural o científico». No es extraña su reacción por su estilo personal conflictivo, por la tónica de su partido y por estar en la oposición. Sería una opinión contra otra. Basta leer la semblanza del cardenal Lluís Martínez Sistach, realizada por Francesc Torralba, para entender las razones de la concesión de este reconocimiento. Las aportaciones del cardenal, sean premiadas o no, tienen valor en sí mismas. Éste es el punto de referencia. El aplauso, si llega, se agradece, pero nunca hay que depender de él.
Pero aquí hay más, para bombardear al gobierno de la Generalitat (juego político y partidista), el parlamentario de C’s descalifica a la persona galardonada y se entremete en aspectos internos de la institución eclesial (mentiras y análisis simplistas de la realidad). Considera que el verdadero motivo de la concesión del premio, según este parlamentario, es que el cardenal valora favorablemente el nacionalismo, y esta actitud en Cataluña tiene premio. Un punto de vista más, discutible pero respetable.
Atribuye al cardenal el intento de prohibición de las misas en castellano. Aquí deja el terreno de la opinión para bajar al terreno de los hechos, que se pueden comprobar. Aquí es donde la mentira adquiere su auténtica dimensión. Una ojeada al diccionario de la RAE, lengua en la que habitualmente se expresa dicho parlamentario, permite ver el alcance del significado de la palabra mentir. Una comprobación real de las lenguas utilizadas en las celebraciones litúrgicas en la archidiócesis de Barcelona es suficiente. Dicho parlamentario, como presunto experto en temas eclesiales, considera que las «palabras de Sistach sólo han conseguido vaciar las iglesias de feligreses». Una afirmación de este tipo sólo puede responder a la ignorancia, al sectarismo o a la incompetencia. ¿Cómo explica la disminución de asistencia en muchas parroquias españolas? ¿Todo es tan simple? No se tiene en cuenta la inquietud pastoral del cardenal, sino que sólo se proyectan los propios fantasmas y obsesiones. Su afirmación de que «vaciar las iglesias de feligreses no le importa mucho ahora que ya tiene la Medalla de Oro» no merece comentario.
Sugiero a este miembro del Parlamento de mi país que vea el vídeo de Mel Rodríguez, una onubense afincada hace poco en Cataluña. Lo encontrará en Youtube. En una semana, ha conseguido un millón y medio de visitas. Se titula: «¡A mí me hablas en español!» Con este título no va a tener problema, pero con su contenido él verá, porque habla de la «catalanofobia».
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