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Esta noche pasada, con una paz tranquila y esperando ya el fin bienaventurado, nos ha dejado un hombre venerable, Joan Llopis . Los caminos periodísticos hicieron que algunos de nosotros tuviéramos que ir detrás de él, tomando el relevo de su labor periodística en muchos lugares, como por ejemplo en el diario "Avui". Como hombre bueno que era -¡todo un caballero! -, muchas veces nos había pasado algún trabajito, para ir empezando, para irte haciendo un nombre. Con una gran diferencia: él tenía mucha más preparación que nosotros. Era una gran teólogo y sabía lo que se escondía detrás de cada palabra, detrás de cada información. También tenía otro acierto: la forma en que explicaba las cosas, su pedagogía. Tantos años de magisterio hicieron que sus explicaciones, la manera de decir las cosas, lo hicieran muy diferente a otros. Así, proponerle una colaboración a Juan Llopis llevaba garantizado el éxito. Fue un prolífico escritor, pero detrás se escondía también un tenaz lector. Reconozco que él tenía una verdadera pasión por el mundo editorial, por eso vivía rodeado de libros.

La otra vocación de ​​Juan era la Liturgia. No una liturgia como la que algunos nos quieren hacer ver ahora: la de la recreación en el mundo de la estética restauracionista. ¡No! La Liturgia de Joan Llopis iba a la raíz profunda del misterio cristiano y comprendía desde la encarnación hasta la expresión artística. Muy a menudo él se quejaba de la mala interpretación de la "participación litúrgica "cuando sólo se hablaba de participación en la liturgia y no se tenía en cuenta las demás participaciones en la comunidad o en la Iglesia.
Otra característica de Juan era su buen humor. Con ironía pero con finura. Se reía, incluso de sí mismo, cuando reconocía que en él no se cumplía el "Principio de Peter", que dice que cada uno va subiendo según su nivel de incompetencia. "En mi caso -decía él- yo empecé vinculado a un organismo del Vaticano, el" Concilium ", el Consejo vaticano para la reforma litúrgica, creado por Pablo VI después del Concilio, para no pasar el trabajo a la Congregación de Liturgia, que estaba bajo sospecha, y trabajar así -a nivel mundial- en la reforma de todos los libros litúrgicos. Después fui a parar a un organismo del CELAM (de la Conferencia Episcopal Latinoamericana), a nivel intercontinental, un poco más abajo. Después fui a parar a la Universidad Pontificia de Salamanca, un poco más abajo, a nivel peninsular, con compañeros como el cardenal Rouco. Después, a nivel regional, fui a la Facultad de Teologia de Cataluña. Y, finalmente, en el Instituto de Teología, de nivel local y laical. Todo ello, por un lado, me ha permitido no fallar, porque cuando llegas al nivel de incompetencia y te dan un cargo más importante, seguro que fallas, en cambio, empezando por arriba y yendo hacia abajo, acabas encontrando tu sitio ".
Gracias a su familia, a su fiel esposa, María Colón; a sus hermanos y a su sobrino, Oriol Izquierdo, y gracias a Joaquim Gomis, el actual director de la revista de información religiosa "Foc Nou", pude hacerle la última entrevista. Todo un honor y ahora un orgullo. Sé que a él también le hacía ilusión. Incluso, él mismo -dicen- había propuesto mi nombre. Ahora, estoy en deuda con él. Sé que lo he pasado bien con él y que fue recíproco. Pero se ha ido y todavía nos quedaban muchas cosas por hacer, no hemos podido presentar el número de la revista "Foc Nou" donde aparecía la extensa entrevista. No hemos podido presentar el número que estamos preparando sobre el Concilio Vaticano II, con motivo de los 50 años de su inicio, en octubre ...
¡Adiós, Juan! Así nos despedimos después de la entrevista. Y así también nos despedimos ahora. ¡Ah! Y en tu caso, no debemos decir lo de las liturgias civiles, cuando dicen aquello de "estés donde estés" o "allí donde estés". ¡No! En tu caso te podemos decir de todas totas: "Que el cielo nos podamos ver". Aquel cielo que tú tanto anhelaste y aquel cielo que tú tan bien explicaste. El cielo que es el fundamento último de toda Liturgia. ¡Adiós!

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