En cualquier caso, el cuadro que acaba emergiendo de todo ello es bastante desolador. El papa Benedicto ha dicho en diferentes ocasiones que la reforma de la Iglesia pasa por una primera reforma del corazón, dando la prioridad a la conversión personal por encima del cambio estructural. Sin duda es razonable. Me pregunto, sin embargo, hasta qué punto la actual estructura y la vinculación de la Santa Sede al poder económico y político hace aún más difícil la conversión del corazón de muchos que se encuentran arriba en la estructura, de los que se sienten cada vez más alejados de este modelo de Iglesia, o de quienes aprovechan la ocasión del enésimo escándalo vaticano para lanzar vituperios contra la religión católica o vilipendiar la misma.
Ya hace años que conozco muy de cerca esta realidad vaticana. No sólo por el hecho de ocuparme de información religiosa en Roma, sino también porque tengo muchos amigos vinculados a la Santa Sede. Confieso que he pasado por momentos de todo: estupor, desilusión, devoción, rabia, tristeza, alegría, rebelión ... Pero yo tampoco llevo aureola, o sea que al final he aprendido a hacer mias todas estas miserias. Y es que nuestra comunidad eclesial no ha pretendido nunca ser un club exclusivo para santos.
Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número
o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.