En mi casa siempre se acostumbraba bendecir la mesa antes de comer, y siempre lo hacíamos en familia. Mi recuerdo de esa bendición es una oración que yo misma continué en el monasterio y con la que cada día, seguimos bendiciendo los alimentos en la comunidad.
Esta oración reza así: Bendice Señor estos alimentos. Da pan a los que tienen hambre, y a nosotros danos hambre y sed de justícia.
Esta tarde fui a la oración con la preocupación de que el lunes al Banco de alimentos vendrán 40 familias más, -derivadas por los servicios sociales, y que estás se sumarán a las 150 que había en la lista de ese día-.
La verdad es que estaba muy cansada y sin darme cuenta vino a mi mente esta bendición y se quedó como un eco en el silencio de mi corazón. Y una y otra vez repetí: da pan a los que tienen hambre, y a nosotros danos hambre y sed de justícia…
Comprendí que Dios es fiel y que siempre escucha todo lo que le pedimos con fe, y hasta lo que le pedimos inconscientemente o por rutina: El hambre y la sed de justícia, y es lo que me hace perder el sueño y no poder descansar porque no puedo ver gente que está privada de lo más esencial…¡del pan de cada día!
Una y otra vez pregunté por qué tienen hambre,,,, por qué la injustícia….Luego vino a mi mente el pasaje de la multiplicación de los panes y las palabras de jesús sonaron con fuerza como una invitación: “Dadles vosotros de comer”. No basta constatar que hay hambre, ni siquiera es suficiente la compasión…. Da pan a los que tienen hambre, y a nosotros danos hambre y sed de justícia… Dadles de comer.
Y mi oración hoy es esta: Tengo dos panes y dos peces y una multitud hambrienta: Multiplícalos Señor mientras los repartimos para que todos queden saciados….
Gracias, Señor porque sé que siempre nos escuchas y porque no quedaremos defraudados.
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